Friday, December 7, 2012

EL EPISODIO DE CIRCE EN “CIRCE’S PALACE” DE NATHANIEL HAWTHORNE Y EN “CIRCE” DE JULIO CORTÁZAR


Circe Offering the Cup to Odysseus de John William Waterhouse. 1891
En el país de los Feacios, Ulises narra a los anfitriones sus primeras aventuras en el mar, antes de que mueran sus marineros y su nave sea despedazada. En las caverna de Polifemo y en la isla de los lestrigones, la tripulación es diezmada por la voracidad de gigantes monstruosos. Abandonan esas tierras y orillan en las playas de una isla ignota. Todos están abatidos y temerosos; descansan y se recuperan de los dolorosos eventos.  Pero Ulises quiere averiguar su situación y explora, en contra del buen juicio de sus compañeros, la disposición del territorio. Desde un otero advierte un palacio a lo lejos; de sus chimeneas se elevan plumas de azulado humo. La prudencia de Ulises no le permite visitar la estancia y el héroe decide volver a donde su gente. Caza, en el camino, un gran ciervo que su tripulación asa aquella noche. La mañana siguiente, la mitad del grupo, al azar, se aventura hacia el palacio. Allí les recibe la bella Circe y les invita a un convite de manjares. Pero la comida está intoxicada y, con un movimiento de su vara, Circe transforma a los marineros en cerdos. Solo Euríloco, el más prudente, escapa, y lloroso cuenta a Ulises lo ocurrido. Emprende el rey su viaje hacia el palacio de Circe, para rescatar a su tripulación. En el camino lo visita el Argifonte; arranca del suelo y ofrece a Ulises la raíz de Moly, antídoto certero contra las maliciosas bebidas de la hechicera. También le ofrece algunas recomendaciones para evitar sus argucias. Ulises sorprende a Circe en su encanto y la obliga a devolver su estado humano a sus compañeros. Todos se hospedan en el palacio por 12 meses y luego prosiguen sus aventuras.
Este episodio de la Odisea es el sustrato con que Hawthorne y Cortázar construyen dos narraciones muy disímiles, separadas por casi un siglo, por un idioma y por miles de kilómetros. Ambos textos llevan en el título su homenaje a la Odisea y al episodio anterior: el texto de Hawthorne, del segundo tomo de cuentos infantiles Tanglewood Tales for Girls and Boys (1853), se titula “Circe’s Palace”; el de Cortázar, del libro de cuentos Bestiario (1951) , lleva el nombre “Circe”. La intención de este breve ensayo es analizar la relación metatextual entre estos dos hipertextos y su hipotexto, además de las posibles semejanzas y diferencias entre ambos textos modernos.
Hawthorne reescribe episodios de la mitología clásica en dos libros para niños: A Wonder-Book for Girls and Boys (1852) y el ya mencionado Tanglewood Tales. En el prefacio al primer volumen, se evidencia la importancia que Hawthorne atribuye a estas narraciones, que deberían ser “capitales lecturas” para los niños. Hawthorne admite la libertad artística con que se aproxima a los textos originales (por originales no me refiero a las obras en su lengua original sino a los hipotextos que utilizó de la literatura griega), sin que por ello se pierda lo esencial, porque son “maravillosamente independientes de cualquier forma o circunstancia temporal.” (Hawthorne, A Wonder-Book for Girls and Boys)
La modificación no solo se reduce a la traducción del texto a un lenguaje infantil y feliz. Hawthorne inyecta en los episodios griegos los valores y los principios de su propia cultura y tradición artística, aquella que corresponde a la  Nueva Inglaterra protestante (tendiendo al puritanismo que tan claramente se observa en libros como The Scarlet Letter) del s. XIX. Para estos dos efectos, la historia crece y se expande gracias a una gran cantidad de detalles y de pequeños giros que nunca fueron incluidos en Homero.
¿Por qué sufren en cuerpos de cerdos los marineros de Ulises?, ¿qué castigo están expiando? Es difícil decir con seguridad. Poco se sabe de las acciones de la tripulación del rey Ulises. Posteriormente, en la isla de Helios, serán debidamente castigados por su voracidad e impiedad, cuando sacrifican sendos bueyes del sol para alimentarse; pero, ahora, en Eea, ¿qué han hecho de malo? Acaso se podría decir que el viaje de vuelta a Ítaca y sus vicisitudes son una aventura por medio de la cual conocen y se conoces, aprenden de sí mismos y del resto, en parte a través de los peligros y del sufrimiento. Pero sus desmesuras precisas para que Circe los castigue nunca son aclaradas en la Odisea.
Hawthorne aprovecha esta laguna para tejer el cuento “Circe’s Palace”. Los marineros, según él, han pecado (no de manera griega, sino cristiana) y lo han hecho capitalmente; son, como se repite con frecuencia en el cuento, “gormandizers”, glotones.
A parte de unas pocas menciones al hambre en la Odisea, nunca se asegura en el episodio de Circe que los marineros sufran de mucha hambre. Un episodio, leyendo entrelíneas, acaso permita aquella conjetura. Ocurre después de que Ulises caza un gran ciervo y lo lleva a la playa para que la tripulación cene: “[…] admiraron el ciervo, un espléndido animal. Y entonces, después de haber saciado sus ojos, lavaron sus manos y se dedicaron a cocinarlo.” (Homer)[1] En la mirada de los marineros existe cierta relación sensual con el alimento, pero en ningún otro episodio se advierte esta actitud. No así en el cuento de Hawthorne. En él, Ulises sube la montaña porque sus compañeros mueren de hambre y no pueden soportar más tiempo sin celebrar un banquete. La trama se desenvuelve completamente en torno a este vicio de la tripulación:

Antes de terminar el segundo día en la playa, se cansaron de este tipo de vida, porque los marineros del Rey Ulises, como verán, eran ávidos glotones y prestos a la queja si se saltaban sus comidas regulares, peor aun las irregulares. (Hawthorne, Tanglewood Tales for Girls and Boys)

Esta es una curiosa imagen del marinero, antes visto como un ser aclimatado a tempestades y penurias.
Después de reducir al ciervo a limpios huesos, Ulises comparte la noticia de que ha divisado un gran palacio de mármol níveo (este detalle no figura en la Odisea, pero podría dar paso a comentarios sobre la maldad del color blanco en el imaginario norteamericano que también concibió una inmensa ballena albina). En la versión de Hawthorne, los marineros se muestran gozosos con la noticia, en especial porque Ulises ha advertido una larga columna de humo, seguro indicio de actividad en las cocinas. Ulises se muestra temeroso por el palacio, ya que antes de comer los manjares asados en las llamas, teme ser cocinado en ellas. Los compañeros no comparten su temor, a pesar de que aceptan la posibilidad.
Lo que antes era una historia de niños, demuestra entonces, entre líneas y para un lector atento, oscuros aspectos del alma humana. Los marineros no temen ser devorados si antes son debidamente engordados y luego delicadamente preparados. Muestran estos glotones placer en imaginarse ellos mismos como preparaciones exquisitas. Hay algo de grotesco canibalismo en sus palabras. Canibalismo que posteriormente se reforzará como oscuro y tácito eje temático.
Posteriormente, cuando Ulises se presta a rescatar a sus amigos ya convertiso en cerdos, Mercurio le aclara que ,“usando sus artes mágicas, [Circe]  transforma  todo humano en la bestia o el ave que más se le asemeja.”  (Hawthorne, Tanglewood Tales for Girls and Boys) Se sobre entiende que la isla de Eea está llena de humanos que por ella fueron engañados y convertidos en animales. Regresando a un episodio anterior, si cualquier animal de la isla puede ser un humano, ¿qué hombre era el ciervo que Ulises mató y que luego sus marineros devoran?
El palacio resulta ser lo que los marineros esperaban, un lugar para saciar sus apetitos. Los reciben sus más elevados deseos: “[…]un soplido de viento les llevó el humo de la caldera de la cocina y en el olor cada uno distinguió su preparación favorita.” (Hawthorne, Tanglewood Tales for Girls and Boys) Este predio acoge a cada uno con aquel deseo que le hará perderse, incurrir en pecado y parecerse antes a una bestia que a un hombre. Así ocurre; todos los marineros se convierten en cerdos, naturaleza que ya les estaba destinada por su actitud.

Ya son cerdos [dice Circe] en todo menos su deshonrosa forma humana, apariencia que yo me sentiría avergonzada de mantener si la seguiríamos compartiendo. Pero no requiere complicada magia hacer que su exterior refleje su porcina actitud. Asuman su cuerpo adecuado, glotones, y a las pocilgas. (Hawthorne, Tanglewood Tales for Girls and Boys)

Cada hombre merece ser el animal al que se parece. Aquí se nota el más claro valor cristiano protestante del cuento de Hawthorne. Emerson la comparte, como nos dice en Nature:

No solo las obras son emblemáticas; las cosas son emblemáticas. Todo hecho natural es un símbolo de un hecho espiritual. Toda apariencia natural corresponde a algún estado mental, que solo puede ser descrito mediante aquella imagen que es su apariencia. Un hombre colérico es un león, un hombre astuto es un zorro, uno firme, una roca, uno sabio, una antorcha.  (Emerson)

Levin agrega en The Power of Blackness: “[…]mientras que los atributos son personificados en la fábula, las personalidades son abstraídas, generalizadas, en la moraleja.” (Levin) (aquí la palabra morality es un ejemplo o un episodio alegórico de humanos que reflejan actitudes generales y totales del hombre.) De tal manera que los hombres del cuento de Hawthorne se desenvuelven en una especie de fábula inversa, en la que humanos representan a bestias por aquellos atributos generalizantes –en su mayoría vicios, aunque también virtudes– que comparten naturalmente con los animales. Con el mismo razonamiento, Mercurio advierte a Ulises que si llega a ser engañado por Circe, vagará en el cuerpo de un zorro (natural símbolo de la astucia, según Emerson).
Circe Invidiosa de John William Waterhouse. 1892
Al igual que en la Odisea, los marineros que han sufrido la tropelía  en “Circe’s Palace” mantienen algo de humanos. Pero este adarme de humanidad los hace más porcinos incluso que los animales que nacieron de cerda. Ulises reflexiona y concluye que sus marineros merecían la transformación, pero exige de todas formas que Circe los devuelva a su forma humana, “[…] por miedo a que sus malas maneras corrompan a los otros cerdos.” (Hawthorne, Tanglewood Tales for Girls and Boys)
Circe, según el juicio del propio Ulises, no es una hechicera maliciosa, sino una jueza lúcida de la naturaleza humana. El vino que lleva la tóxica pócima, según Circe, “es el más benigno zumo que jamás haya sido obtenido de la uva […] pues, en vez de ocultar al hombre, como otros licores saben, le lleva a su verdadera sustancia, y le enseña cómo debería verse.” (Hawthorne, Tanglewood Tales for Girls and Boys) Hay algo de honesto y de justo en lo que Circe hace con los hombres viciosos.
Entonces, ¿qué hace de Circe una malvada reina, como se la califica en la historia? Ulises dice: “Morirás, malvada, y dejarás de engañar a los hombres, tentándolos, como lo haces, a caer en los vicios que los convierten en bestias.” (Hawthorne, Tanglewood Tales for Girls and Boys) No es tanto brindarles la forma que les corresponde, sino tentarlos a regodearse en los placeres que hacen brotar su particular animalidad. El texto puede ser tomado entonces como una alegoría, como una metáfora moral, en la que la transformación es el castigo simbólico de los placeres corporales a los que se abandonan los hombres.
La tentación es el factor común que este cuento comparte con la muy disímil “Circe”  de Cortázar. La tentación que entra por la boca. La mujer que alimenta a un hombre y que en su boca, en el placer que ella le da, encuentra su perdición. Eso ocurre en el epígrafe de Rossetti; un hombre muerde una manzana y esta le envía a un pozo, con los muertos.
En el resto, “Circe” se distancia tanto de “Circe’s Palace” como de los episodios de la Odisea. En el cuento de Hawthorne se reescribe la historia dentro de su contexto original; en el de Cortázar, se utilizan algunos motivos en común para componer un texto muy distinto.
La historia trata de un pretendiente de Delia Maraña (su apellido leído al revés recuerda a un insecto) que, a pesar de las misteriosas muertes de los anteriores hombres que la han pretendido, busca su mano. Esta joven mujer es una hábil confitera, que enamora a Mario tanto con sus dulces como con sus encantos. El último dulce que él mastica esconde en su crema una cucaracha. Mario ahorca a Delia desesperadamente, pero luego abandona a la mujer en su casa; la deja viva, contra los deseos contrarios de su familia, a la que, se nos hace entender, ella tiene bajo su malvado dominio.
Otra semejanza entre ambas historias, la de Hawthorne y la de Cortázar, aunque sea menor, es el blanquecino color (en “Circe” este se halla en la masa de la cucaracha que mastica (¿masa del bombón o de las entrañas del insecto?)) que ambos le atribuyen a la maldad. Una maldad que seguramente está escondida bajo la especie de la inocencia y de la bondad; de la bondad de la anfitriona que ofrece un convite a unos viajeros asolados y de la novia que prepara, gozosa, dulces para su futuro esposo.
Pero en lo que más se parecen, ya se ha dicho, es en el tema de la tentación. La tentación de entregarse a los placeres, a pesar de que el juicio recomienda no hacerlo. El dicho inglés lo resume bien: Be careful of what you wish for, because you just might get it; en castellano: “Ten cuidado con lo que deseas: puede cumplirse”. Circe representa, al parecer, todos los deseos, y la monstruosidad y el horror que su cabal cumplimiento puede conllevar.



Bibliografía


Cortázar, Julio. Bestiario. Madrid: Punto de Lectura, 2010.
Emerson, Ralph Waldo. Nature. s/l: versión digital de Gutenberg.org, 2009.
Hawthorne, Nathaniel. A Wonder-Book for Girls and Boys. s/l: Versión en línea de Gutenberg.org, 2011.
—. Tanglewood Tales for Girls and Boys. s/l: Versión en línea Gutenberg.org, 2011.
Homer. The Odyssey. Trans. Samuel Butler. s/l: versión en línea de Gutenberg.org, 1999.
Levin, Harry. The Power of Blackness. New York: Alfred A. Knopf, 1970.


[1] Traducción del autor en todos los textos ingleses.

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