Friday, December 7, 2012

Libre albedrío y determinación en el motivo del héroe en la "Ilíada"


…con bastante suerte o puntería.
Las cruces sobre el agua.

Ánfora de figuras negras: Áyax y Aquiles jugando damas.
s. VI a.C.
Me preocupa ahora el problema del albedrío y de su temible imposibilidad. Ha ocupado a artistas, pensadores, teólogos y, es posible conjeturar, a casi todos los humanos. Algunos pensadores,  en especial lo que crecieron y vivieron en países protestantes, como Schopenhauer, niegan la posibilidad del cambio y de la libre agencia en el hombre; otros, aquellos que se opusieron a la reforma, y creen en el catolicismo (talvez podemos pensar en Descartes) proponen el libre albedrío como salida, es decir, la posibilidad de decidir y, por lo tanto, de pecar, de sentir y sufrir culpa y castigo, de ser sumido en contrición y optar por la confesión, de redimirse y alcanzar la gracia. William James propuso una solución que no deja de rezumar protestantismo, pero promueve cierto equilibro. Planteó la vida como una partida de ajedrez en la que uno juega contra un gran maestro: el resultado puede ser obvio, la pérdida, pero no cada jugada y el movimiento exacto de las piezas.
El problema, por supuesto, no ocupa únicamente al individuo en un ambiente de esterilizado de laboratorio. Implica la relación que este tiene con el espacio y el tiempo, y, por supuesto, con la sociedad. Tolstoi, en su famoso epílogo a Guerra y paz, opina que el hombre es más libre en tanto vive más aislado de su contexto social, y más aislado aun si el tiempo y el espacio están alejados de su vida. (Tolstói 1443-1462) Lo mismo puede ser dicho de casi cualquier cosa: entre más distante de un contexto, más libertad de juego se tendrá.
Jason and Medea de John William Waterhouse. 1907
Pero lo que me preocupa por ahora es el problema de la libertad (o su ausencia) en la Ilíada, en relación a dos elementos importantes: la sociedad y los dioses. Es decir, cuán libre e individual puede ser un hombre en el contexto de una guerra. Cuánta capacidad de decisión tiene. Cuán responsable es con su sociedad y cuánto puede librarse de las responsabilidades y ser un agente libre.
Es un problema complejo en la Ilíada. Parece ser que, a través de la obra, existe una tensión entre la libertad individual y la predestinación y el azar (el azar no es predestinación pero es indirectamente proporcional a la libertad y al poder de decisión), como si el problema fuera imposible de solucionar y únicamente se podría alternar entre ambas naturalezas. Trataré de probar esta tesis con las lecturas y los valores helenos de los que hemos hablado en clase.
En primer lugar, es necesario preocuparse de la naturaleza del areté guerrero. Jaeger los define exhaustivamente en el capítulo I de Paideia, titulado “Nobleza y areté.”  El alemán dice: “La palabra “virtud” en su acepción no atenuada por el uso puramente moral, como expresión del más alto  ideal caballeresco unido a una conducta cortesana y selecta de heroísmo guerrero, expresaría acaso el sentido de la palabra griega.” (Jaeger 20-21) Está claro que no existe una traducción exacta, pero una aproximación algo precisa compararía al término heleno con una conducta caballeresca que conjuga nobleza y heroísmo guerrero.
Dos elementos de esta traducción me parecen interesantes: nobleza y guerra. En el caso de la segunda, la tratare posteriormente, pero en el caso de nobleza, es preciso detenernos ahora. Nobleza, hoy en día, nos hace pensar en una virtud moral que incluye la honra, la magnanimidad, la bondad, etc. Mas Jaeger alude también a otro sentido del término, aquel que tiene que ver con la condición social del individuo. El noble es, entonces, aquel hombre (o mujer) de ilustre nacimiento, generalmente propietario de un título de nobleza, tal como lo son los Grandes de España o los Peers de Inglaterra. La relación entre areté y situación social es, por lo tanto, bastante notable. El propio Jaeger lo dice, en el mismo ensayo: “La historia de la formación griega –el acaecimiento de la estructuración de la personalidad nacional del helenismo, de tan alta importancia para el mundo entero– empieza en el mundo aristocrático de la Grecia primitiva con el nacimiento de un ideal definido del hombre superior, al cual aspira la selección de la raza.” (Jaeger 21)
El segundo concepto que quiero destacar al hablar de areté es el de guerra y guerrero. Areté sería, en su acepción más importante, la cualidad virtuosa de un hombre de clase alta (un señor, por ejemplo) que practica hazañas valerosas con las armas. De alguna manera, sería imposible para un hombre de nacimiento basto poder demostrar esta virtud de nobleza guerrera, al igual que en la sociedad medieval únicamente el caballero noble podía vestir sus colores y enarbolar sus banderas y obtener gloria en la guerra. El héroe estaría destinado a serlo, de alguna manera, por su nacimiento.
Por todas estas razones, el héroe corresponde antes a un ente social y solo puede serlo si su sociedad lo reconoce durante su vida y, en especial, durante su muerte. Un fragmento de una sentencia de Vernant permite corroborar esto.“En una cultura como la de Grecia arcaica, […] cada quien existe en función del otro, por la mirada y a través de los ojos del otro.” (Vernant)
Sin embargo, esta noción no siempre es tan clara. A veces, ser héroe no responde a una necesidad o una noción de sociedad. A veces parece responder a una necesidad individual, es decir, al libre albedrío del hombre, incluso más allá de aquellas características de nobleza y estatus social que Jaeger mencionaba. Vernant lo aclara: “Ese es, exactamente, el punto de vista de Aquiles. A sus ojos, una frontera rigurosa que separa al héroe auténtico del resto de los hombres, independientemente de toda cuestión de status y de rango, de función y de preeminencia sociales. Agamenón pude muy bien ser el más rey entre todos los reyes. Mas no por ellos rebasa la frontera del mundo heroico.” (Vernant)
 Muy cercano al motivo del héroe y su relación con el albedrío está el problema de los dioses. La existencia de ellos limita, de cierta forma, el libre juego de los hombres. Donde existan dioses, necesariamente sus decisiones tendrán que ser previstas como fuerzas que sobrepasan la capacidad del hombre de guiar su vida.
En la batalla de Troya, el más hábil guerrero está en peligro de ser vencido por un contendiente menos apto, siempre y cuando sea voluntad divina. Héctor le habla así a Aquiles en el Canto XX:

I know thy force to mine superior far;
But heaven alone confers success in war:
Mean as I am, the gods may guide my dart,
And give it entrance in a braver heart. (Homero)[1]

La medida de la poderío guerrero, aquel que permitiría prever el resultado de la batalla, está supeditado al arbitrio divino y a los destinos colectivo (moira) e individual (eimarmene).
Kílix de figuras eritromorfas: Ménades danzantes. s. V a.C.
La posible respuesta a esta aparente imposibilidad de agencia humana ante lo dioses podría ser respondida a través de los actos guerreros que llevan a un soldado a pelear. Héctor pudo no haber decidido morir a manos de Aquiles, pues los dioses así lo ordenaron, pero lo que sí pudo hacer es decidir llegar a la batalla. Andrómaca insta a Héctor a quedarse en la ciudad y adoptar una estrategia defensiva (sabiendo que las murallas de la ciudad eran invencibles), mas su esposo sabe que su areté no será conseguido así y  abandona el refugio y sale a la explanada a batallar.
La versión libre que Baricco hace de la Ilíada se preocupa bastante de este punto, i.e. la influencia de los dioses, en cuanto los elimina del relato. Por un lado se elimina un valor importante del texto original, pero, por otro, se agrega un valor que, hoy por hoy, es innegable. La guerra depende, por supuesto, de las habilidades individuales y colectivas de los grupos que se enfrentan (al igual que un partido de futbol depende de los valores de cada jugador y de los valores generales de todo el equipo). Pero es inevitable depender, en algún modo, del azar de aquellos elementos que no recaen en el arbitrio del hombre: cómo volará esa flecha, cómo estará el clima, dónde caerá esa espada, o bien, cómo volará ese balón de futbol, cómo estará el campo de juego, dónde caerá el balón. La sociedad moderna ha mudado el poder de los dioses, o de Dios, en cuanto este sale de nuestras manos y rige nuestros destinos, por el del azar y la arbitrariedad, en cuanto esta es una fuerza que no podemos controlar. Ha mudado la iglesia por el casino.
Quiero, para finalizar, profundizar un poco más en el ámbito en que se desarrollan las acciones, la guerra,, porque es dentro de ella que se observa la naturaleza del héroe y se puede, acaso, cosechar más importantes elementos sobre la libertad del hombre. Baricco dice que la Ilíada fue compuesta justamente para una “humanidad combatiente” (Baricco)y creo que, dentro de esta noción, está implícita una arraigada consciencia de sociedad.
La guerra, en la Ilíada, y cómo se expresa en el catálogo de las naves, es un acontecimiento que involucra a un grupo social que sobrepasa la noción de nacionalidad o de pueblo. El bando heleno está conformado por una gran cantidad de pueblos. Igualmente conformado está el troyano, que no resistiría el embate de los griegos si no fuera porque se nutre de contingentes de muchos otros pueblos. El resultado de la batalla, por lo tanto, dependería de las actos guerreros de estos pueblos. Esta idea es muy notoria en la boca de Magno, a quien Eneas (en la obra de Virgilio) tiene a sus pies y está por matar. El suplicante ruega por su vida y dice (en la traducción de Dryden):

If I survive, will Troy the less prevail?
A single soul’s too light to turn the scale.” (Virgilio)

Pero incluso este elemento parece ponerse en duda en la Ilíada, a favor de una noción de individuo y de su gran importancia dentro del devenir de la guerra. En muchas ocasiones se hace manifiesta la necesidad de Aquiles si es que los helenos desean salir victoriosos. Antes que una guerra entre dos pueblos, en muchas ocasiones se hace pensar al lector que se trata de una guerra entre dos hombre y que la victoria de uno sobre otro (Aquiles sobre Héctor) decidirá el resultado. En la Ilíada una sola alma, la de Aquiles, es lo suficientemente pesada como para voltear la balanza.
La propia guerra de Troya a veces parece ser el resultado de intereses individuales antes que colectivos. No estamos ante pueblos que batallan por beneficios económicos de rutas de comercio o de tierras fértiles y mano de obra; estamos ante pueblos que defienden el honor de pocos hombres. El propio Aquiles lo comenta mientras rumia en su cólera:

Hither we sail’d, a voluntary throng,
To avenge a private, not a public wrong: (libro I)

Cualquiera que sea el resultado de este largo debate (personal o colectivo, libre o determinado, humano o divino) la Ilíada propone su tensión y su problema antes que una respuesta categórica. En esto se parece a la solución de William James: antes que escoger una, permite una salida en que ambas están en conflicto y en convivencia. Este elemento dialéctico, en el que uno es necesario para que el otro exista, puede que sea, finalmente, la respuesta que ofrece la Ilíada al problema.


Bibliografía

Baricco, Alessandro. "Recuperando la Ilíada." s/f. 15 septiembre 2012 <http://pucevirtual.puce.edu.ec/moodle/mod/resource/view.php?id=12248>.
Homero. "The Iliad." 2006. Gutenberg Projecto. Alexander Pope. 20 08 2012 <http://www.gutenberg.org/files/6130/6130-h/6130-h.html>.
Jaeger, Werner. Paideia: los ideales de la cultura griega. México: Fondo de Cultura Económica, 2001.
Tolstói, Liev Nikoláievich. Guerra y paz. Barcelona: Booket, 2005.
Vernant, Jean-Pierre. "Pántá Kalá. De Homero a Simónides." 1997. 15 septiembre 2012 <http://pucevirtual.puce.edu.ec/moodle/mod/resource/view.php?id=12247>.
Virgilio. "The Aeneid." s/f. Classics de MIT. trad. John Dryden. 05 04 2012 <http://classics.mit.edu/Virgil/aeneid.html>.



[1] Utilizo, a través del ensayo, uno de los dos textos que revisé para clase: la versión de Alexander Pope. 

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